Compasión

Una pareja se encontró en la calle un perro abandonado, llenos de sarna, piojos, herido y maloliente.
Lo recogieron, lo bañaron, los desinfectaron y lo llevaron al veterinario. Tenía desnutrición e infección.

Tras un periodo de alrededor de 4 meses lo fueron rehabilitando.
La mirada del perro era impresionante, no tenía pelo en todo su cuerpo y tenía lunares en donde la piel estaba viva.Al paso del tiempo fue mejorando, poco a poco su piel sanó y su pelaje creció. Su pata rota se curó y  verlo finalmente como quedó, era asombroso.

Hermoso, renovado, lleno de vida gozoso y feliz.
¡Qué gran compasión la de aquella pareja que lo rescató!

Lo mismo hace nuestro Señor Jesucristo, cuando estamos  mal, desolados, tristes y deprimidos, enfermos y enojados de tanta desgracia, abandono, soledad o simplemente inconformidad y sentido en nuestras vidas.
El nos llama, nos recibe, nos rescata, nos renueva y nos da una vida nueva con un sentido y propósito  y una nueva dirección.
Todo cambia en nuestras vidas, todo se nos renueva y pasamos a vivir una vida de gozo y felicidad.
Y cuando llegamos a esta nueva vida y en esta nueva situación de amor, gozo y felicidad  nos invita a hacer lo mismo con nuestro prójimo.

Nos pide que tengamos compasión de aquel que no lo conoce y que hagamos exactamente lo mismo que Él hizo con nosotros:

Tener compasión de ellos.

Agradezcamos a nuestro Señor Jesucristo por haber tenido compasión de nosotros y seamos ahora mensajeros y portadores de esa compasión.

En Cristo Jesús amén.